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Los colores de Ibiza

Aunque es conocida su enorme riqueza histórica y cultural, la naturaleza de la isla blanca sigue constituyendo uno de sus atractivos más valiosos.

Además de idílicas playas de agua transparente, parques naturales y un asombroso mundo subterráneo, el entorno natural de Ibiza ofrece al visitante la posibilidad de disfrutar de una paleta de tonalidades única gracias a una flora cuajada de buganvillas, hibiscos o estatices. Plantas que inspiran y que pintan de sugerentes matices jardines, ventanas, balcones o acantilados convirtiendo este rincón del Mediterráneo en un enorme lienzo vegetal al aire libre.

Aunque es conocida su enorme riqueza histórica y cultural, la naturaleza de la isla blanca sigue constituyendo uno de sus atractivos más valiosos. Un paseo casual por sus campos o un recorrido en coche o en bicicleta por cualquiera de sus carreteras se puede convertir en pura poesía visual.

No es casual, ni mucho menos, que los griegos dieran el nombre de las Pitiusas (en griego: abundante reserva de pinos) a Ibiza y Formentera debido a la gran cantidad de masa verde que pueblan estos territorios.

Pero su vasta riqueza vegetal no se ciñe solo a la inmensidad de esta variedad perenne o a la de sus legendarios algarrobos, higueras o almendros que pueblan las zonas rurales de la isla. La imagen del valle de Pla de Corona, cerca de Santa Agnès, en febrero presenta unas tonalidades entre blancas y rosadas por la floración de sus numerosos almendros. Hacer un alto en el camino frente al mágico islote de Es Vedrá, descansar en el jardín de cualquier patio en Sant Carles de Peralta o pasear por los aledaños de Dalt Vila es situarse ante una estampa repleta de sugerentes tonalidades que van desde el púrpura al magenta, pasando por el dorado y por una exótica variedad de fucsias. Y todo gracias a las plantas ornamentales que llenan de vida y de color ventanas, balcones, jardines y callejuelas de cuento. Una de las que ha contribuido desde tiempos inmemorables a esta labor ha sido la buganvilla. ¿Hay algo más característico de Ibiza que una de estas plantas trepadoras junto a la entrada de una típica casa payesa? Omnipresente en distintos tamaños y formas, está presente allá donde mires.

De julio a septiembre es muy habitual verlas cayendo como melenas sobre las paredes encaladas, en una pérgola de cualquier jardín o decorando algunas níveas fachadas del casco antiguo. Aunque suele crecer plantada directamente en la tierra, también es habitual verla también en macetas de balcones y terrazas que se asoman a alta mar. Una magnífica visión multicolor para resetear y ver la vida con otros ojos.

No menos vistosos son los hibiscos, unos arbustos llamados comúnmente rosas de China y considerados uno de los mayores encantos vegetales de la isla. Mucha culpa de esta gran popularidad la tiene su majestuosa flor, con pétalos de gran tamaño y presente en los campos ibicencos prácticamente durante todo el año. Visten con gran solemnidad bordes de camino provocando un estallido de color que invitan a seguir soñando despierto.

Erigida para conquistar paisajes de envolventes vistas, la adelfa recuerda que, aunque la isla no deje de reinventarse, siempre será fiel a su origen y a especies como ésta. Del blanco al rosa, su bella flor salpica jardines, torrenteras e incluso las zonas menos accesibles del litoral. Sus hojas de verde intenso, flores, tallos, ramas y semillas son altamente venenosas, algo que el visitante, sin duda, debe tener en cuenta cuando se aproxime a contemplarla.

Y si de morados hablamos, muchos rincones de la isla se tiñen de este sugerente pigmento gracias al statice, conocido popularmente como “siempreviva” o flor de papel por su extrema delicadeza. Contemplándola no nos extraña que cada vez haya más enamorados de esta planta perenne que es capaz de hacernos perder la mirada mientras disfrutamos, cubiertos de sal, de un bello atardecer escuchando el rugir de las olas estrellándose contra las rocas.

Otro sueño, aunque este real, es el de la evocadora imagen que nos regalan año tras año las chumberas. Aquellos campos que siguen dando cobijo a esta planta originaria de México pintan la retina con el blanco de sus flores, que salen solo una vez al año. No hay casa payesa que no cuente con una chumbera en sus terrenos ya que se usaba como elemento natural de separación y como cuarto de baño.

Cuando la dura realidad nos convierta en simples urbanitas, solo nos quedará recordar estas postales vegetales llenas de vida y color que, para muchos, son solo comparables con el mágico y casi irreal azul de sus aguas.