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Micología en Ibiza

Cuando llega el otoño son muchos los amantes de la micología que se adentran en el campo ibicenco en busca de setas comestibles.

Cuando llega el otoño son muchos los amantes de la micología que se adentran en el campo ibicenco en busca de setas comestibles. Una actividad que resulta ideal para disfrutar en familia o con amigos y que nos permite adentrarnos en los campos ibicencos, respirar sus aromas y vivir una experiencia sana y deliciosa al aire libre.

Las setas deben recolectarse de una manera concreta: cortándolas por la base y depositándolas con cuidado en una cesta de mimbre. Nunca deben arrancarse del suelo, porque eliminaríamos su raíz y estaríamos perdiendo la oportunidad de volver a disfrutarlas un año después. La micología se torna mucho más interesante, y menos peligrosa, cuando va acompañada de un experto y resulta una actividad muy gratificante y de bajo coste que puede terminar de la mejor manera posible: con una velada degustando las setas que has recogido con tus propias manos.

El mundo de la micología es muy amplio y en la isla de Ibiza hay aproximadamente 50 variedades diferentes de hongos y de setas según afirman los expertos, algunas de ellas muy venenosas, por lo que es muy importante extremar las precauciones a la hora de escogerlas ya que muchas de ellas son tóxicas.

En el caso de no ser grandes conocedores de este mundo, la primera recomendación es ser prácticos y buscar solo una variedad muy común, fácil de reconocer y que prolifera en la isla, como son los «pebrassos» (Lactarius sanguifluus y Lactarius deliciosus, conocidos en la península Ibérica como níscalos) que se dan en estas fechas en zonas de bosque mediterráneo. El norte de la isla es un paraíso para esta seta anaranjada que campa a sus anchas entre sus pinares y con la que podremos dar vida a deliciosas recetas entre las que destacan los arroces o las cocas con “pebrassos”. También están deliciosos a la plancha, con una buena picada de ajo y perejil o revueltos con huevos.

“Pota de perdiu” (Chroogomphus rutilus): Se trata de una seta que cuenta con un sombrero carnoso, liso y brillante, de unos 3 a 8 centímetros aproximadamente de diámetro. Le llaman “el oro rojo” de Ibiza por su color casi arcilloso. Debajo del “sombrero” presenta unas láminas espaciadas, gruesas y blandas, de color marrón púrpura. Es comestible, muy sabrosa y muy apreciada entre los entendidos que nunca desvelan dónde puede encontrarse. Se puede añadir, por ejemplo, a caldos, guisos u arroces. Esta seta reside en pinares y entre otras coníferas.

“Pixacà” o “pixacà groc” (Suillus Bellini): Esta variedad se caracteriza por presentar unas manchas rojizas en el pie. Su sombrero, que mancha las manos cuando se toca, es también muy reconocible y puede medir hasta 15 centímetros de diámetro. Esta seta cuenta con una coloración blanquecina hacia el margen y presenta tonos más o menos castaños según la edad.

Se trata de una especie muy abundante en las islas y reconocida en su gastronomía, donde siempre se le quita la piel al “sombrero” antes de cocinarla para poder consumirla. Su entorno también es el mismo y prolifera entre pinos y otras coníferas.

“Agulletes” (Hydnum repandum): Por último, reconoceremos a esta especie de seta porque tiene un sombrero de 4 a 12 centímetros de diámetro, ondulado, carnoso, seco y de tacto aterciopelado, de color blanco amarillento y con el margen enrollado.
Tiene un pie corto, irregular, grueso y suele ser de color amarillo, pero más pálido que el sombrero. Podemos encontrarla entre sabinas, pinares y otras coníferas.

¡Lo importante es consumirlas en cantidades moderadas y no comerlas crudas! ¿Quieres saber más sobre este apasionante manjar? ¡Visita el Centro de Interpretación de Es Amunts, en Sant Joan de Labritja, donde podrás conocer mucho más sobre la fauna y flora de la isla!