Es uno de los cultivos más antiguos y emblemáticos de la isla y, sin embargo, es un gran desconocido.
Visitar una bodega o degustar una copa de vino de la tierra es una original manera de degustar un pasado marcado por una larga tradición que se remonta a los orígenes fenicios de la isla. Prueba de la importancia de la producción de vino en esa época son las numerosas vasijas y ánforas que se han conservado a lo largo de los siglos y que nos recuerdan una floreciente producción que llegó a ser muy valorada en la Península y que siguió creciendo y mejorando con la llegada de los romanos a la isla.
En el siglo XIX, más de 45 hectáreas de la isla se dedicaban al cultivo de la viña, pero la aparición de una plaga de filoxera y el propio desarrollo de la isla provocaron una importante desaparición de cultivos de vid, que hoy tratan de recuperarse a través de una producción selecta y de gran calidad.
No fue hasta el siglo XX, en la década de los años 90, cuando se produjo un nuevo impulso a la actividad vinícola de la isla apostando por la calidad del producto y la modernización de las bodegas existentes. En el año 1996 se creó la comarca vitícola ‘Ibiza’ y se reguló formalmente la mención ‘Vino de la Tierra’ de Ibiza, lo que supuso una auténtica revolución en la recuperación de este cultivo.
A pesar de que la producción de vino en la actualidad es limitada, la calidad del producto y su originalidad comienza a ser cada vez más valorada y reconocida dentro y fuera de nuestras fronteras, destacando los vinos tintos elaborados con la variedad monastrell, tradicionalmente cultivada en la isla, y que cuenta con una buena adaptación entre los enólogos y expertos.
Los caldos ibicencos son vinos de color cereza brillantes y transparentes. Predominan los aromas de fruta madura y notas perfumadas, destacando en muchos casos la presencia del tomillo, utilizado tradicionalmente para evitar la obstrucción de las cubas y que da al vino de la isla un olor y sabor característico e inconfundible.
En boca son vinos ibicencos tienen cuerpo, son densos, redondos y cálidos y con reminiscencias de frutas en aguardiente.
Respecto a los blancos, son vinos con un buen color amarillo limón o paja, con aromas de fruta madura (manzana) y flores. En boca son frescos, estilizados, equilibrados y tienen un buen paso, con un final de fruta muy madura.
La tradición vinícola de la isla tiene su cita imprescindible en la pequeña localidad de Sant Mateu, donde abundan los cultivos de vid, con la celebración cada año de la Fiesta del Vino, una cita típica del calendario de eventos insular durante la que los agricultores y productores del entorno aprovechan para presentar los vinos jóvenes del año.
Otra actividad destacada es la posibilidad que ofrecen algunas bodegas de visitar estas instalaciones, abriendo las puertas a los visitantes dispuestos a conocer y saborear todos los secretos del vino de la Tierra.