El aislamiento, la insularidad, la mezcla de culturas que han visitado Ibiza a lo largo de su historia o, simplemente, los acontecimientos que han vivido sus habitantes durante siglos, han hecho que sus genes sean diferentes a los del resto del Mediterráneo.
Un dato curioso es que no conservan rastro alguno de “sangre” fenicia en sus genes, por ejemplo, pero tampoco del resto de culturas que la han poblado a lo largo de la historia, como romanos, árabes o cartagineses. De hecho prevalece con mayor fuerza la impronta de la conquista catalana del siglo XIII, cuya invasión se sigue celebrando cada 8 de agosto en el Día Grande de las Fiestas de la Terra, no solamente como patrimonio cultural y de identidad social, sino también genéticamente. A partir de entonces, la convulsa historia de este pequeño territorio, que ha sufrido numerosos ataques piratas, hambrunas y epidemias que diezmaron a su población, ha generado una gran diferenciación genética del resto de territorios cercanos comparable a la que existe entre los vascos y el resto de habitantes peninsulares.
Son datos extraídos del estudio publicado por investigadores del Instituto de Biología Evolutiva (IBE) de la Universidad Pompeu Fabra (UPF) y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), y titulado: “Los ibicencos: un aislamiento inesperado en el Mediterráneo occidental”. Un documento que sentencia que los moradores de la isla, además de vivir en un paraíso único, son, sencillamente, “distintos” y que ha sido publicado en la revista “European Journal of Human Genetics”. Un texto que se basa en un total de 189 muestras provenientes de 13 de las 17 regiones de España, 105 muestras de Levante, 157 del Norte de África y en el ADN encontrado en los hipogeos de la necrópolis fenicia de Puig des Molins, en Ibiza.
Pese a contar con la misma condición de insularidad, mallorquines, menorquines o sicilianos comparten las mismas peculiaridades y son más similares a los habitantes del resto de España o de Italia. De este modo este estudio concluye que no es la condición de insularidad la que ha generado esta peculiaridad del genoma, sino una diferenciación más específica y aislada.
Aunque la isla cuenta con un total de 577 kilómetros cuadrados, no fue hasta la época moderna, en la década de los 60, cuando su población se estabilizó logrando superar los 35.000 habitantes, a pesar de los diferentes asentamientos registrados desde el sexto milenio antes de Cristo. Toda una conjunción de casualidades que han dado lugar a que la isla, cuya población censada supera hoy las 150.000 personas y es un crisol de culturas, sea uno de los destinos más codiciados del mundo, conocido por la hospitalidad de su gente y por la belleza de su naturaleza, simplemente diferente y única.