Dicen que la ausencia de serpientes inspiró a los antiguos cartagineses para dar origen al nombre de la isla Ibiza, haciendo honor al dios egipcio Bes, ya que esta deidad tenía la capacidad de protegerse de todo tipo de animales ponzoñosos. Una nomenclatura que ha evolucionado con el paso del tiempo y con las distintas culturas que la han poblado, pasando de llamarse Bes, a Ibes, Ibis, Ebusus, Ibossim, Yabisah, para terminar conociéndose en todo el mundo como Ibiza. Otras deidades como Tanit, diosa de la fertilidad, han sobrevivido hasta nuestros días, mezclándose con personajes de la mitología ibicenca, como los fameliars o los barruguets, que describiremos en este artículo para desgranar la historia de los personajes más fantásticos de las leyendas propias de Ibiza.
Seres tan carismáticos como los fameliars, unos pequeños “duendes” que “nacen” del tallo de una hierba que solo crece la noche de San Juan, bajo el puente viejo de Santa Eulària des Riu. La leyenda dice que esta planta desaparece en pocas horas y que “si eres rápido y consigues coger uno de sus tallos debes meterlo en una botella negra para que cobre vida”. Lo cierto es que la presencia de estos “geniecillos” cabezones y poco agraciados no es del todo grata, puesto que si se escapan pedirán insistentemente “trabajo o comida” y, para evitar que hagan “maldades”, será preciso tenerlos entretenidos o volver a encerrarlos. La fuerza del fameliar es extraordinaria, así que únicamente se le puede ocupar con tareas realmente duras, como construir grades paredes de piedra o incluso trabajos imposibles. Estos seres han sido inmortalizados por el escultor Andreu Morenu en distintos rincones de Santa Eulària des Riu.
El barruguet es otro de los seres del imaginario pitiuso que moran en las casas para entorpecer el día a día de los que las habitan. Estos pequeños entes de cabeza alargada tienen una gran fuerza y, aunque son casi siempre invisibles, tienen la capacidad de convertirse en cualquier animal, habitualmente en cabritos. Su principal ocupación es hacer travesuras para molestar a quienes habitan los hogares en los que se cuelan. Sus bromas favoritas son poner sal o ceniza en la comida o hacer cosquillas a los bebés para hacerles llorar, entre muchas otras ocurrencias. En las noches de tormenta se reúnen entre la espuma de las olas para limpiarse y dar volteretas.
Las rondaies o leyendas ibicencas también hablan también del follet. En este caso no es un ser, sino más bien un poder. Quien tiene follet puede volar o desplazarse de una casa a otra siendo invisible. Dicen que cuando un niño es muy inquieto, tiene follet y existen un sinfín de fórmulas mágicas para deshacerse del este problema, incluso hay textos que aseguran que los curas tienen el poder de dar follet.
Los cuentos de terror de los abuelos ibicencos no hablaban del “coco”, para aterrorizar a los niños más aventureros, sino de los crespells. Unos seres de piel arrugada y con verrugas que habitaban Sa Cova des Crespells, una gruta ubicada en la zona de Buscastell, en el corazón de la isla de Ibiza, donde vivían siete crespells muy pequeños y uno grande. Estos monstruos gruñían constantemente y echaban fuego por los ojos.
Las brujas ibicencas también tenían su pequeño hueco en la mitología isleña. En este caso no volaban en escoba ni eran malas, pero conocían todas las hierbas y flores de las Pitiusas y tenían el poder de hacer poderosos hechizos. Actualmente todavía son muchas las casas que tienen en sus ventanas una cruz blanca para protegerse de estos seres, así como de los malos espíritus.
Así cada zona de Ibiza guarda con celo sus propias leyendas repletas de fantasía y representadas en libros, cuentos, figuras o esculturas, para ser revividas de generación y generación.