Marta Torres nació en Ibiza y en 1990 se licenció en Bellas Artes en Barcelona. Desde entonces ha llevado con orgullo por todo el mundo su pedigrí ibicenco, inspiración de muchas de sus obras, y se ha convertido en una de las artistas nacionales con más recorrido tanto dentro como fuera de España. Esta artista cuenta con una emblemática galería, que permanece abierta todo el año, ubicada hasta el año 2000 en el mítico barrio de la Marina y que, en la actualidad, está ubicada en pleno centro de la ciudad de Ibiza, en la calle del Diputat Josep Ribas número 2, en el Puerto de Ibiza. Su gran apuesta por el arte la ha llevado a exponer en las grandes galerías de ciudades como Londres, París, Róterdam o Mónaco.
Sus muestras se caracterizan por unir de forma realista la escultura con la pintura y dar vida a creaciones, muchas veces en tamaño real (de hasta 6 metros), que recuerdan rincones de Ibiza o de otras ciudades europeas como París o Roma.
Una artista que asegura haber nacido “con un color en la mano” y que su vida “no puede entenderse sin la pintura”. “En el colegio estaba siempre dibujando, mirando por la ventana y pintando en los libros”, apunta. Recuerda tener esa pasión, desde siempre y que permanece intacta hasta el momento, muy lejos de la que imaginaban sus padres, empresarios y banqueros, que no entendían en un principio el mundo que invadía el corazón y la imaginación de Marta Torres.
Su inspiración nace de “la mezcla del cine clásico, donde se cuidaba mucho la fotografía, con el dibujo, a través del que intentaba representar esas escenas que tanto me fascinaban”, detalla. Empezaron así sus primeras obras: las figuras. El principio de una larga trayectoria profesional, que se entiende por etapas, que pasa por la pintura abstracta y termina con el surrealismo matérico. Pinturas que recogen sus inquietudes, primero con las payesas, luego con las ventanas, con las calles y terminan en su presente: las buganvillas.
Para la artista las buganvillas merecen toda su atención: “no solo dan color y belleza a nuestros muros encalados, sino que son fieles testigos de nuestra historia”. A través de estas plantas Marta Torres simboliza al ser humano, con un lenguaje muy especial, “las flores, llenas de luz y de color, manifiestan el alma de una persona, su parte sensitiva y espiritual, los sueños y los sentimientos de cada uno. En cambio, las raíces y el tronco amarrados a la tierra, representan el cuerpo físico, la parte terrenal de una persona”, explica. Para la artista ibicenca “cada buganvilla es diferente y única, tiene su propia luz. Son seres vivos, por eso podemos ver cómo se escapan de los márgenes de mis obras”, concreta.
“Tengo un método totalmente personal que he elaborado tras un gran trabajo de investigación, y que me lleva a tomar materiales de diferentes lugares, darles forma y pintar sobre ellos” apunta Marta Torres. “Lo que más me gusta cuando realizo una obra por encargo es intentar captar la esencia y la personalidad de quien desea convivir con ella”, añade.
Para la ibicenca la belleza es “la unión de la armonía y del equilibrio, y por eso una obra tiene que seducir, que ser atractiva, y convertirse en algo que no puedas dejar de mirar”, subraya.
Su obra más ambiciosa “es la que todavía no he hecho”, apunta la artista, quien se define como una persona perfeccionista, trabajadora, luchadora y soñadora.
Marta Torres pinta el final de esta entrevista con una sentencia llena de color: “solo tenemos una vida y me gustaría pedir que todos miremos a nuestro interior y averigüemos qué es lo que podemos crear”.