Cruzarte con ovejas en el campo, disfrutar de calas vírgenes o respirar su marcado aire marinero, son experiencias que puedes vivir en la isla de Ibiza y que te llevan a descubrir su cara más rural, aquella que refleja cómo vivían en el pasado los ibicencos en una cultura de subsistencia circular en la que los campos de sal, la agricultura y la pesca eran sus principales fuentes económicas.
Esta herencia e historia de Ibiza se percibe muy bien en Sant Joan de Labritja. Este municipio situado al norte de la isla consigue atrapar sin remedio a los amantes de la naturaleza gracias a su amplia extensión de monte verde y de campos de cultivo. Las calas y playas paradisiacas de este rincón se ocultan tras sus impresionantes acantilados, y su número reducido de habitantes, así como sus calles tranquilas salpicadas de casas antiguas de fachada blanca, lo convierten en un lugar privilegiado y auténtico.
Tanto en la costa como en el interior de la isla existen diversos rincones que preservan esa esencia de antaño. Es el caso del pequeño núcleo de Es Cubells, situado al sur del municipio de Sant Josep de sa Talaia, que destaca por descansar sobre un impresionante acantilado que le otorga unas vistas privilegiadas. Un enclave que cuenta con tan solo dos bares, un centro cultural, una iglesia con vistas al acantilado y un pequeño parque, idóneos para quienes buscan la tranquilidad y el anonimato. Cerca de Es Cubelles se encuentran algunas de las playas y calas más salvajes de la isla como Ses Boques o Cala Llentrisca.
La siguiente parada es en Santa Agnés de Corona, en el municipio de Sant Antoni de Portmany. Se trata de un rincón donde reina la tranquilidad y en el que habita el Pla de Corona, un llano al que siempre se le ha dado un uso rural debido a que es uno de los espacios más fértiles de la isla. Su magia destaca especialmente en los meses de enero y de febrero cuando los almendros que lo pueblan están en flor, regalando a residentes y turistas un paisaje de ensueño.
Por su parte, el municipio de Santa Eulària des Riu acoge uno de los pueblos más auténticos y con más encanto de la isla: Sant Carles de Peralta. Esta zona está rodeada de almendros, de higueras y de algarrobos y en ella se percibe un ambiente bohemio ya que en los años 50 numerosos intelectuales lo eligieron para vivir dando vida a diversas comunas hippies que convivían en perfecta armonía con los lugareños. A las afueras de Sant Carles de Peralta, cerca de Cala Llenya, se sitúa Es Trull de Ca n’Andreu, una finca del siglo XVII con una casa payesa reconvertida en museo donde se pueden descubrir los entresijos del mundo rural ibicenco.
El pasado de Ibiza se respira también en rincones como el Parc Natural de Ses Salines donde se encuentran los estanques salineros, que se explotan desde el 600 a.C., o la ciudad amurallada de Dalt Vila, Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, ubicada en Ibiza ciudad y donde cada rincón arquitectónico y cada calle hablan de las diferentes culturas que han pasado por esta isla del Mediterráneo.
Son muchos los enclaves de la isla que no solamente nos trasladan a otra época más rural y más salvaje, sino que, además, se preservan para no olvidar la historia y los orígenes de Ibiza.