Dicen que Ibiza es un lugar de paso donde las vivencias tienen límite en el tiempo y que por eso es un lugar tan especial. Sea como fuere, su conquista siempre ha sido un reto para las múltiples culturas que se han asentado en la isla a lo largo de la historia y que han dejado una huella imborrable. Fenicios, púnicos, romanos, bizantinos, vándalos, árabes o cristianos han luchado e incluso convivido en este punto estratégico del Mediterráneo, convirtiéndolo con el paso de los siglos en el paraíso multicultural que brilla hoy y que nos recuerda cada día retazos de una historia, cultura y tradiciones con rasgos y procedencias infinitas. Como vestigio de esos pasos resplandecen hoy su arquitectura encalada mediterránea, sus huertos en terrazas o su gastronomía autóctona, en el marco de una forma de ser abierta que muestra a un pueblo acostumbrado a convivir con otras culturas.
Aunque se cree que la isla ha estado habitada desde el año 5.000 a.C. iniciaremos este relato en el yacimiento fenicio de Sa Caleta, datado en el siglo VIII a.C., ya que es aquí donde tenemos los más antiguos vestigios de Ibiza. Al visitar este enclave podremos apreciar cómo eran viviendas de aquella época, el estilo de vida de sus moradores, así como las actividades a las que dedicaban su tiempo. Aunque la superficie conservada de este yacimiento es de unas cuatro hectáreas, se sabe que llegó a tener más de seis y que fue abandonado entre los años 600-900 a. C. cuando sus pobladores se instalaron en la bahía de la actual Ibiza para fundar una ciudad que respondiese mejor a sus expectativas de organización y de crecimiento. Así nació el primer puerto de Ibiza que convirtió la isla en mucho más que una simple escala portuaria para navegaciones, fundando un asentamiento considerado clave por su aptitud topogeográfica y su gran interés agrícola.
Los fenicios construyeron, además, entre los siglos VI y V a.C. una gran necrópolis que hoy puede visitarse en el Puig des Molins, ocupada por un denso grupo de tumbas arcaicas de incineración, cerca de 5.000. De aquellos primeros asentamientos prevalece todavía la raíz del nombre de Ibiza, ya que bautizaron a la isla como Ibosim, en honor al Dios Bes.
Seguimos este camino por la historia y nos situamos entre los años 218 y 202 a.C., conocida como la época romana de Ibiza, cuando la isla toma el nombre de Ebusus, y que continúa con la herencia de los fenicios, que instauraron su núcleo urbano amurallado sobre el Puig de Vila, a unos 81 metros de altura del nivel del mar. De esta época rescatamos sus grandes murallas que se construyeron con piedras traídas de Sa Pedrera, una de las canteras más antiguas y relevantes de Ibiza.
Del Imperio Romano destacamos otros emplazamientos como Ses Païses de Cala d’Hort, un asentamiento púnico-romano con dos edificios y dos necrópolis que se encuentra entre Cala d’Hort y Cala Vedella, así como la Cova de Es Culleram, cerca de Sant Vicent de Sa Cala, que se conoce por ser uno de los santuarios de culto de la diosa Tanit.
La Cova del Vi o cueva de ses Fontanelles se encuentra cerca de Cala Salada y es otra de las visitas obligada para los amantes de la historia. Sirvió durante siglos a púnicos y romanos como bodega ya que sus paredes refrescantes ayudaban al vino a soportar mejor el calor, sin avinagrarse, y nos permite recorrer un agradable paseo en el que disfrutar de un paisaje natural único. De la época romana data también el acueducto de s’Argamassa, situado cerca de la costa nordeste de la isla.
La última etapa del Imperio Romano coincidió con la del Bizantino, que le tomó el testigo, en un declive económico y social acuciado por la sensación de miedo e inseguridad de sus habitantes que se tradujo en siglos oscuros para la cultura y la arquitectura de los que apenas quedan restos arqueológicos ni documentación. Fueron los vándalos, en el siglo V d.C. quienes cerraron ese ciclo oscuro de la historia otrora floreciente de Ibiza, dejando la isla en estado de semiabandono.
La llegada de los musulmanes en el año 902 d.C. se tradujo en una nueva época de esplendor para Ibiza que fue bautizada como Madina Yabisa. Así, fueron los árabes quienes recuperaron el control del territorio y la vida en su capital, reconstruyendo no solo sus murallas sino también su castillo y la Almudaina, en cuyo barrio fortificado concentraron las instalaciones gubernamentales, la mezquita principal, ubicada donde hoy se encuentra la Catedral, los baños o el mercado. Es herencia de los árabes también el sistema agrícola formado por acequias y canales que desembocaban en el mar y que hoy conocemos como Ses Feixes y que continúa vigente en enclaves como Es Broll de Buscastell.
La última aventura corría a cargo de los cristianos, más concretamente de Jaime I de Aragón, quien envió en agosto de 1235 a conquistar la isla a las tropas catalanas comandadas por el arzobispo de Tarragona, Guillem de Montgrí. La mayoría de las edificaciones se transformaron, respetándose su estructura, por lo que la ciudad amurallada de Dalt Vila respira hoy la misma esencia que en aquellos años de lucha. De esta época datan el primer hospital de la isla, el barrio de La Marina, la Universitat (antiguo gobierno de la isla) o la Catedral de Ibiza, así como otros templos presentes en todos y cada uno de los municipios de Ibiza como el característico Puig de Missa de Santa Eulària des Riu.
Los piratas asediaron durante el siglo XVI la isla y pusieron en peligro la paz que se vivía en la isla, pero esa es ya otra historia…