La tradición ancestral y religiosa de la isla implantada tras la llegada de las tropas cristianas en el año 1235, sigue estando muy presente en la vida cotidiana de los ibicencos, una sociedad que conserva con orgullo tradiciones y sentimientos populares heredados muchos siglos atrás. En una sociedad rural y aislada, la iglesia se convirtió durante siglos en lugar de encuentro de los vecinos, muchos de los cuales únicamente salían de su casa una vez al año para celebrar la fiesta del patrón. Es por ello que algunos pueblos conservan todavía los tradicionales ‘camins de missa’ (caminos de misa), antiguas vías ubicadas en fincas privadas, pero con autorización de paso público para los fieles y para los ‘carros de mort’ (carros de difuntos).
En una isla donde apenas existían núcleos de población y los vecinos más cercanos se encontraban a quilómetros, estos caminos unían las casas rurales con la iglesia parroquial más cercana, facilitando un acceso rápido y directo a los servicios religiosos, bautizos, entierros y fiestas patronales.
En el pueblo de Santa Eulària des Riu, sobre un imponente montículo de 52 metros sobre el nivel del mar, se alza uno de los espacios arquitectónicos más emblemáticos de la isla, cuya pieza central es la iglesia fortificada construida en el siglo XVI y que da nombre al conjunto, reconocido como Paisaje Pintoresco. Hasta esta iglesia se accedía desde diferentes zonas de la parroquia conocidas como ‘véndes’, alguna de ellas bastante alejada del centro del pueblo. Desde todas ellas, los parroquianos accedían hasta el templo por alguno de los diferentes ‘camins de missa’ existentes.
El tramo final de estas tradicionales vías se ha recuperado recientemente y permiten revivir una de las costumbres más tradicionales del campo ibicenco. En diferentes puntos de la falda del Puig de Missa se ubican unas escalinatas de piedra desde las que acceder directamente a la cima. La ubicación de cada una de estas escalinatas coincide con el final del ‘camí de missa’ correspondiente a las diferentes ‘véndes’ de Santa Eulària des Riu y así aparecen señalizadas. La subida, además, permite disfrutar de unas bellas vistas sobre el valle del río de Santa Eulària, el único río de las Illes Balears.
Así, por el Camí de Cala Llonga, orientado al sur del monte, transitaban los vecinos que vivían en Cala Llonga, es Trull d’en Vic y es Coloms. Caminando hacia el este encontramos el Camí de sa Vila por el que accedían los vecinos del núcleo urbano y los habitantes de las ‘véndes’ de Arabí de Dalt i de Baix. Siguiendo al oeste, se encuentra el camino que servía a los vecinos y a los carros procedentes de las ‘véndes’ de s’Església y es Novells. El final de todos estos caminos era el majestuoso templo fortificado, imponente en su exterior y sobrio en el interior y que merece la pena visitar con detalle para descubrir a través de sus paredes y detalles la historia del pueblo que creció junto al río.