Descubrir y disfrutar de los momentos únicos, mágicos e irrepetibles que ofrece la privilegiada naturaleza de la isla es una de las experiencias recomendadas para quienes quieran conocer Ibiza en toda su esencia. Una de estas vivencias imprescindibles para los amantes de la naturaleza y la tranquilidad se encuentra a pocos kilómetros del pequeño pueblo de Sant Miquel de Balansat donde, escondida entre montañas, se ubica la cala de Benirràs, un enclave conocido por la belleza y autenticidad de su entorno natural. La ubicación de esta playa en el poniente de la zona norte de la isla, la convierte en un escenario privilegiado para contemplar y disfrutar de los maravillosos atardeceres de verano en el Mediterráneo.
Testigo impasible del ocaso de los rayos del sol, emerge del mar, cual rocoso iceberg, el islote conocido como ‘Es Cap Bernat’, un pequeño peñasco de 27 metros de altura con múltiples historias en torno a su origen y a su nombre. Conocido popularmente como ‘El dedo de Dios’ o ‘Es Cavall Bernat’ (el caballo Bernat) en referencia a la original forma de la roca situada en medio de la bahía. Una de esas leyendas cuenta que un vecino de Benirràs tenía un caballo llamado Bernat al que el Arcángel San Miguel convirtió en roca. Al verlo, el dueño exclamó: «Caray Bernat! Com has quedat!» (Caray Bernat, ¡cómo te has quedado!) y de ahí el nombre de Cavall o Carall Bernat. El mito entorno a esta roca se completa con otras creencias populares que aseguran que la persona capaz de alcanzar la cima del islote acaba siendo víctima de un encantamiento que, seguro, desconocen los numerosos intrépidos que tratan de escalar el risco.
Es Cap Bernat, ubicado de manera equidistante entre la Punta de s’Oriçol y la Punta Negra, era el punto físico que dividía antiguamente los ‘quartons’ (las divisiones territoriales) de Xarc y Balansat.
La imponente roca, yerma y austera guarda, sin embargo, bajo su superficie, una gran riqueza y belleza natural que la han convertido en uno de los puntos preferidos para los amantes del buceo y de las inmersiones. La roca árida de la superficie contrasta con la gran vida marina que se encuentra bajo estas aguas.
La roca cae en profundidad en una pared que se hunde en pendiente en algunas zonas y en cuyas grietas y rocas se amontona una especie de exuberante paraíso de vida marina rodeado de extensos fondos de arena. Una arena blanca y profunda que confiere a este espacio una iluminación singular, un azul variable que algunos días se vuelve más celeste cuando la luz irrumpe con fuerza hacia las profundidades en las que es fácil ver entre las rocas meros y jóvenes serviolas cazando sobre la pradera de posidonia entre centenares o miles de pequeñas castañuelas. Entre las curiosidades que se encuentran en el fondo de este islote se hallan muchos objetos, relojes, pulseras, gafas…que acabaron en el fondo del mar después del osado lanzamiento de su dueño desde lo alto del peñasco.