Uno de los detalles que no pasa desapercibido a propios y extraños es la opulencia y originalidad de las joyas que acompañan los trajes típicos de la ibicenca que cubren de oro, plata y coral el pecho de la mujer. Este conjunto de joyería se conoce con el nombre de emprendada y se refiere a los diferentes ornamentos que acompañan y adornan el traje folclórico femenino, uno de los elementos más emblemáticos y bellos del folclore tradicional ibicenco. Cada una de las piezas que conforman la emprendada nos remonta a historias de familia y de dotes matrimoniales, reminiscencias de una sociedad con arraigadas tradiciones y creencias.
Las niñas recibían su primera emprendada, formada generalmente por una pequeña cruz y un cordoncillo, cuando celebraban su Primera Comunión e iban completando la dote a lo largo de los años, hasta que llegaba el momento de casarse. Cuanto más elevado era el nivel social de la familia, más piezas y más opulenta era la emprendada.
La emprendada más conocida y valorada en la actualidad es la que está formada por piezas de oro y filigranas. Destacan los cordoncillos que adornan el pecho de la mujer, los collares en forma de rombo, una enorme cruz, una corona y Sa Joia, un relicario dedicado a la virgen y muy ornamentado que destaca sobre todo el conjunto.
Las emprendades más antiguas, sin embargo, están forjadas en plata y coral rojo y adoran el traje de la ‘gonella negra’, también el más antiguo de todos los que se conservan actualmente.
En una isla donde la tradición y la religiosidad marcaban antiguamente la vida cotidiana, las joyas de plata y coral se consideraban también un símbolo de protección para la mujer. Una creencia que fue desapareciendo a medida que llegaban a la isla nuevas corrientes de pensamiento más ilustradas, que supusieron también un cambio en la propia joyería ibicenca.
Otra parte importante de la joyería tradicional son los anillos que tradicionalmente lucen también las payesas y que tienen diferentes simbologías. Tradicionalmente, era el novio el encargado de regalar a su prometida los anillos y, según la cantidad que ofrecía, quedaba patente la riqueza del joven, habiendo incluso mujeres con hasta 24 anillos luciendo en las manos.
En la vestimenta masculina, destaca también la profusión de botones plateados y ornamentados con filigranas que adornan los chalecos de los trajes típicos.
En la actualidad, los joyeros ibicencos están recuperando la esencia de las joyas tradicionales dándoles un toque más actual y adaptado a los tiempos, un hecho que permite dar a conocer y difundir este impresionante legado tradicional cuyo uso había quedado relegado a su lucimiento en días de fiesta, procesiones, desfiles o ballades populares.