Francesa, educada en Madrid y enamorada de la isla de Ibiza desde su infancia, Christine Spengler es una fotógrafa autodidacta y escritora que a los 23 años descubrió su vocación, clara y firme, de fotografiar conflictos bélicos en todo el mundo para defender a los oprimidos. Hoy, su trabajo figura entre los mejores del mundo y es protagonista de un documental premiado en festivales como el de Málaga, así como de varias exposiciones.
La historia de esta artista afincada en la isla comienza, según su propio relato, en 1970 cuando pone rumbo, junto con su hermano pequeño Eric, a un “viaje al fin del mundo, para quizá no regresar jamás”. Una aventura reveladora que empieza en el Chad, donde Christine cogió prestada por primera vez la cámara de Eric, para capturar la imagen de “dos combatientes toubous, armados hasta los dientes, que iban cogidos de la mano al frente” relata. La fotógrafa continúa explicando cómo en ese mismo momento “descubrí mi visión poética y esperanzadora ante el drama de la guerra”. Nacía así la devoción de una mujer por plasmar los momentos más humanos y efímeros de las guerras.
Con una Nikon colgada del cuello como única compañera y vestida con una túnica negra y con un manto que le cubría el rostro, Christine trabajó en los conflictos del Chad, de Irán, de Afganistán, de Vietnam o de Irlanda del Norte, entre otros. Le preguntamos si le supuso algún problema ser mujer en esos escenarios y en aquellos años, en culturas desconocidas y en tiempos de guerra, y nos confiesa que “al contrario, siempre me ha favorecido, porque tenemos una sensibilidad especial; siempre busqué empatizar con las víctimas y por eso eran ellas las que me pedían que las fotografiara y que contara al mundo su desgracia”.
Christine relata que ha sido “testigo de dramas y de tragedias terribles y presenciando el horror y las escenas más aterradoras como corresponsal de guerra para medios como Sipa-Press, Corbis-Sygma y AP”. Episodios que seguirían perturbando sus sueños hasta hace muy poco, cuando recuperó la paz y el color en sus fotografías, que podrán verse en su nueva exposición ‘Ibiza, la serenidad recobrada’, del 9 al 19 de agosto en el Club Diario de Ibiza.
Para realizar esta muestra, que poco tiene que ver con sus fotografías de guerra, Christine agradece “haber vuelto a la paz”. “Gracias a esta isla, a su luz cambiante, a su poderosa diosa Tanit, a la belleza de sus almendros en flor, a sus payesas vestidas de negro con sus espardenyes delicadas, a la fragancia tan peculiar que desprenden los campos de algarrobos y sobre todo a la roca de Es Vedrà, que me ha hecho olvidar el estremecedor olor que deja la pólvora, he podido plasmar esta muestra que sorprenderá al público”, destaca.
Le preguntamos también sobre el documental Moonface, del director Xavi Herrera, que ha contado con el apoyo del Consell d’Eivissa, para dar a conocer la fascinante vida de Christine y su trayectoria profesional en primera persona, a través de la voz en off de su protagonista. Ella nos responde cómo “desde el principio me pareció una idea magnífica, Xavi no ha olvidado ningún detalle”. Christine quiere subrayar que “de mi generación soy la única superviviente y este proyecto ha sido un homenaje también a todas aquellas mujeres valientes que no han podido contar lo que vivieron y por qué murieron” y añade: “mi parte favorita del documental es cuando le confieso a Xavi, en secreto, que me sigue gustando el peligro, y me doy cuenta de que siempre viviré entre las luces y las sombras”.
Por último, Christine quiere mandar un mensaje a todos aquellos que estén pensando emprender este viaje al fin del mundo como ella para advertirles que “hoy en día hay un peligro añadido y es que un corresponsal de guerra ahora es objetivo de los armados, hoy los periodistas de estos conflictos son secuestrados y asesinados por el simple hecho de serlo”. “Solo por el hecho de tomar una decisión así ya son verdaderos héroes, mi único consejo es que sean independientes y que no tengan miedo en el campo”, culmina.