Naturaleza desbordante, colores intensos, tranquilidad, tradición y belleza son solo algunos de los calificativos que definen la parroquia de Santa Agnès de Corona, un pequeño núcleo de población situado a pocos quilómetros del pueblo de Sant Antoni de Portmany y que sorprende a sus visitantes con imágenes y rincones mágicos.
Uno de estos enclaves únicos es el conocido como Pla de Corona, una amplia llanura agrícola de tres quilómetros cuadrados en la que abundan los cultivos de algarrobo, olivos, cereales y vid, pero, sobre todo, extensas plantaciones de almendros que durante su floración convierten este espacio en un punto de obligada visita para residentes y visitantes. La belleza de centenares de almendros en flor, en contraste con el rojo de la tierra y el ocre de las paredes de piedra que delimitan a modo de bancales los cultivos del llano, suponen una visita obligada para quien quiere disfrutar de la esencia de la Ibiza rural, natural y auténtica, tanto durante el día como por la noche, puesto que es habitual que se organicen paseos a la luz de la luna para contemplar en todo su esplendor este espectáculo de la naturaleza que se produce cada año durante los meses de enero y febrero.
La riqueza de la tierra dedicada al cultivo y la paz que envuelve este entorno rural contrasta con la naturaleza abrupta y escarpada de la costa, ofreciendo a la vista paisajes únicos e inolvidables. El Pla de Corona está perfectamente delimitado por un camino circular por el que transitar tranquilamente a pie o en bicicleta y que sirve, además, como punto de partida hacia nuevas rutas que nos llevan a descubrir los alrededores de Corona. Una de las paradas obligatorias de la ruta nos lleva hasta los acantilados de els Corrals d’en Guillem y al mirador de sa Penya Esbarrada, donde todavía se conservan los restos de una antigua casa árabe y desde donde se pueden contemplar las espectaculares vistas sobre los islotes de Ses Margalides.
De vuelta al pueblo encontramos justo en el centro, una plaza que acoge una pequeña iglesia encalada construida en el siglo XVIII, ejemplo de la arquitectura religiosa y rural propia de los pueblos de la isla. Curiosamente, se trata del templo de menor altura de todos los que hay en la isla debido a que, durante su edificación, los parroquianos optaron por construir paredes más bajas de lo previsto para garantizar la estabilidad y seguridad del edificio. La iglesia, además, cuenta con una pequeña puerta lateral de acceso al interior construida después de que una serie de actos violentos ocurridos en el porche provocaran el miedo de los parroquianos a pasar por la puerta principal.