Las puestas de sol de Ibiza se han hecho mundialmente famosas y son una de las citas ineludibles para los viajeros que visitan la isla. Ver caer el sol sobre el mar, dibujando un horizonte de colores anaranjados y rojizos, es uno de los rituales que ilustran cientos de fotografías al año y hacen que, al atardecer, la costa oeste de la isla sea lugar de peregrinaje diario de quienes no quieren perderse este espectáculo de la naturaleza.
Sin embargo, acompañar los primeros compases del día con las luces del amanecer también es un espectáculo digno de ver y disfrutar. El albor del día se presenta ante los ojos del visitante como un disfrute para los sentidos, cuando la isla comienza a despertar entre el silencio de la noche y los primeros movimientos que anuncian un nuevo día lleno de posibilidades.
Dando un giro de 180º con respecto a las puestas de sol que se contemplan en el oeste, la costa este de Ibiza es el lugar al que han de guiarnos nuestros pasos si queremos recibir al sol saliendo sobre el mar. Desde la playa de es Canar, en Santa Eulària, hasta la playa de Talamanca en Ibiza, pasando por los miradores del recinto amurallado de Dalt Vila, cualquier lugar es perfecto para sentarnos sobre la arena y ser testigos de un nuevo amanecer, en el momento en que el silencio se hace el principal protagonista y una sensación de paz lo invade todo. Así, contemplar un amanecer está especialmente indicado para quienes gustan de madrugar y realizar, incluso, actividades al aire libre como el yoga o la meditación, que precisan de ese remanso de tranquilidad que ofrecen las primeras luces del día.
A pesar de que el amanecer es un espectáculo efímero, ya que dura pocos minutos, es muy gratificante y también se ha hecho muy popular en los últimos años disfrutarlo desde una ubicación más privilegiada aún: un globo aerostático. Es habitual, los días en calma, con amaneceres donde parece que el tiempo se detiene, ver globos surcando el cielo ibicenco desde donde los viajeros contemplan un precioso espectáculo de luz: la isla se va desperezando y los primeros rayos comienzan a iluminar todos y cada uno de sus rincones, sacando a Ibiza de la penumbra y despertándola para que, un día más, vuelva a desplegar sus encantos a los visitantes.