Recorrer el Parque Natural de Ses Salines es una de las experiencias ineludibles para cualquier persona que visite la isla de Ibiza. A la belleza natural del entorno y a los incuestionables valores medioambientales de la zona, la visita ofrece la posibilidad de conocer la historia de una de las principales industrias ibicencas antes de que el turismo ocupara su lugar: la industria salinera.
Los estanques rosados por el sol del atardecer y las enormes montañas de sal blanca son una de las imágenes icónicas del Parque Natural y son el principal vestigio del pasado salinero de la isla, una industria que, ya en la época musulmana, adquirió una importancia trascendental para la economía y el desarrollo de la isla. La producción de sal se ha mantenido a lo largo de la historia y, aún hoy, sigue siendo una actividad económica importante cuya producción se envía básicamente a los países del norte de Europa para el deshielo de las carreteras y la salazón del pescado.
Antiguamente, antes de la implantación de sistemas mecánicos para la recolección y transporte de la sal, ésta se recogía de manera artesanal en los diferentes estanques y espacios rocosos donde se acumulaba el agua del mar hasta su total evaporación. Fue en el siglo XVIII cuando se comenzaron a introducir mejoras técnicas favoreciendo una mejor distribución de los canales y los estanques, delimitando las zonas dedicadas al almacenaje e incluso, en el año 1896 se habilitó una pequeña red viaria con vagones destinados al traslado de la producción desde los estanques hasta los almacenes y hasta el puerto de La Canal desde donde unos remolcadores de vapor se encargaban de trasladar la sal hasta el puerto de Ibiza.
En las épocas de mayor actividad, la industria salinera llegó a contar con más de 1.000 trabajadores. Los ‘saliners’ se encargaban de encender una gran hoguera para anunciar el inicio de la recolecta y dividían el humo en varias columnas en función de los trabajadores que se necesitaran en cada ocasión.
En el interior del Parque natural se encuentra ubicada una escultura de bronce que recuerda la figura de los salineros cargando sobre sus cabezas grandes cestas de sal para llenar los vagones que recorrían toda la zona dedicada a la producción.
El destino de la sal eran principalmente los países del norte de Europa: Holanda, Reino Unido y Dinamarca, que la utilizaban para conservar el pescado y también para el deshielo de las carreteras, en este último caso se usaba la parte de producción de menor calidad.
En la actualidad casi toda la producción de sal que se obtiene en la salinera ibicenca se destina a la salazón del pescado, aunque también se dedica una pequeña cantidad al consumo doméstico en la isla, para lo cual se tritura la sal en alguno de los molinos que todavía se conservan en la isla.