Ubicado junto al pueblo de Santa Eulària des Riu, muy cerca del conjunto histórico de Puig de Missa, se alza el Puig den Ribes, una montaña de 221 metros de altura y desde cuya cima se puede disfrutar de una espectacular vista sobre la bahía, el mar y el interior de la isla. En la cima, a la que se accede por un sendero angosto y estrecho que discurre a través del bosque, se encuentra la ermita del mismo nombre. Se trata de una pequeña capilla de planta rectangular construida en 1858 por Pedro Juan, Pedro Puet, tal y como recuerda una pequeña losa de cerámica ubicada en su interior.
Esta pequeña capilla es una de las más antiguas de la isla y la única que tiene dos estancias, un pequeño vestíbulo y un oratorio, a pesar de sus reducidas dimensiones (apenas 5,54 metros de largo y 4,30 metros de ancho). Todos los años, coincidiendo con la festividad del Primer Domingo de Mayo, los fieles celebran una romería hasta la cima de la montaña para visitar la capilla y cumplir con todas las tradiciones que envuelven este pequeño templo de devoción popular.
Y es que el enigmático origen de la ermita confiere a este espacio un halo de misterio que envuelve al visitante ya desde el inicio del ascenso a la cima. Cuenta la leyenda que el dueño del bosque se encontraba talando los pinos para hacer leña de cara al invierno cuando, en uno de los descansos, se le acercó un misterioso hombrecillo que se ofreció a ayudarle a cambio de su rosario. El leñador, consciente del trabajo que tenía por delante, aceptó el trato y el hombre comenzó a talar pinos sin parar acabando toda la tarea en poco tiempo. Cuando se acercó al leñador para recibir su botín, éste observó horrorizado como por debajo de sus ropajes aparecía una cola puntiaguda que confirmó sus temores: era el mismísimo diablo. Al darse cuenta de ello, el leñador comenzó a correr desesperadamente monte arriba huyendo de la persecución de aquel ser y, al llegar a la cima, justo en el lugar donde se ubica la ermita, el diablo desapareció, por lo que el leñador decidió construir el templo en agradecimiento por haberse salvado.
Otra de las curiosidades que envuelven la historia de la ermita son las siete vueltas que el visitante debe dar una vez llegados a la cima y antes de entrar en el templo para evitar disputas y problemas con la familia y los amigos. Una vez cumplido con este ritual, se puede visitar el interior de la pequeña ermita que aparece llena de objetos, velas y recuerdos personales o disfrutar de un merecido descanso a la sombra de los pinos que rodean el pequeño templo.