En los verdes y húmedos bosques de Es Amunts habita el pequeño reino de las setas. En otoño, época de lluvias, es habitual salir al campo para encontrar los sabrosos ‘pebrassos’ o níscalos (lactarius piperatus), muy preciados en la isla.
El punto de partida es en el Centro de Interpretación de Es Amunts, donde el visitante descubre los valores naturales, paisajísticos y patrimoniales de este pulmón verde de 190 km2 (una cuarta parte de la isla) que se extiende entre los municipios de Sant Antoni, Sant Joan y Santa Eulària. El centro consta de una sala de exposición, una sala de proyecciones y un jardín interpretativo para comprender la gran diversidad de hábitats naturales, como los acantilados marinos, con una vegetación endémica única en el mundo e importantes colonias de aves rapaces; las planicies de Corona o Albarca; el torrente de Es Broll; sus calas y pueblos, así como la cueva de S’Avenc des Pouàs, con uno de los yacimientos paleontológicos más interesantes del Mediterráneo.
Cestas en mano, se parte del centro hasta la zona recreativa de Can Pere Musson para dirigirse hasta el Puig de Can Pere Musson. En la isla existen 50 especies diferentes de setas, aunque la mayoría de ibicencos sólo se decantan por el ‘pebràs’, de color anaranjado. Su nombre proviene de su peculiar sabor picante, parecido a la pimienta, que en catalán se llama ‘pebre’. Pero no todas las setas que habitan en Ibiza son comestibles. Existen algunas especies tóxicas e incluso mortales, como la Lepiota cristata, por lo hay que ir con mucho cuidado.
La mejor forma de encontrar setas es buscar entre el brezo en flor, bajo los pinos y en zonas abiertas. Algunas de las especies comestibles más habituales son los Suillus Bellini, Amanita ovoidea o ‘pixacà’, ‘rogetas’ (Clitocybe costata), ‘llengua de bou’ (Hydnum repandum) y champiñones.
Si, tras finalizar la ruta, no se ha tenido suerte con las setas, al menos se habrá disfrutado de un agradable paseo por uno de los principales parques verdes de la isla.