Dicen que Ibiza no es blanca, como ha dado fama su nombre, sino de tres colores: el rojo del campo, el verde de los árboles y el azul del cielo. Y no hay mejor lugar en la isla para observar esta preciosa paleta tricolor en todo su esplendor que en Es Broll de Buscastell, un valle situado en el corazón del municipio de Sant Antoni.
Si nos adentramos en él, podremos ver los campos de cultivo alimentados por el agua que baja del torrente de Es Broll, el acuífero más abundante de la isla. En este bucólico paraje la tierra es rojiza y fértil; el campo, verde y húmedo; el cielo, azul intenso y limpio. Caminando por el sendero, sin asfaltar y con algunos desniveles, el ruido del agua es omnipresente a través de molinos, fuentes, canales, albercas y acequias, de procedencia andalusí.
Cerca del sendero nace el manantial de Es Broll, que brota de las montañas para bañar el valle. Se trata de un pozo artesiano, que crece espontáneamente por su presión hidráulica. En primavera o tras épocas de lluvias suele manar con fuerza. Toda la vida del valle gira entorno a la fuente. Los propietarios de los cultivos se reparten desde hace muchos años el uso del agua por franjas horarias para poder acceder todos a este bien tan preciado. Esta agua también se aprovechaba antiguamente para hacer funcionar varios molinos harineros, de los cuales se conservan algunos restos.
Este paraje también es rico en cultura popular con personajes mitológicos como los «crespells», unos seres malignos que gruñen y echan fuego por los ojos y que vivían (o viven aún, quien sabe) en la cueva de Es Crespells, en el corazón del valle de Buscastell.