Hay un lugar en la isla donde el tiempo transcurre como antaño, sin prisas ni pretensiones. Se trata del poblado de Balàfia, cerca de Sant Llorenç, un diminuto pueblo formado escasamente por siete casas payesas y dos torres de defensa de origen árabe.
Este enclave es uno de los mejores ejemplos de arquitectura tradicional ibicenca y tiene un gran valor por la forma tan peculiar en que se agrupan las casas, que forman un único conjunto perfectamente adaptado al terreno pero manteniendo su privacidad. De hecho, es la única muestra de agrupación de casas en toda la isla, un rara avis de la Ibiza rural, ya que la mayoría de casas de campo se encuentran desperdigadas.
Las torres fueron construidas por los propios payeses para protegerse de los habituales ataques de los corsarios berberiscos de los siglos XVI y XVII. Las cruces blancas pintadas en las torres formaba parte de un ritual que protegía los hogares de cualquier asalto.
También merece la pena vistar la Torre de Can Pere Mosson, de tres plantas y emblanquecida hasta la mitad, que está catalogada como Bien de Interés Cultural.
Balàfia es un pequeño rincón del interior de la isla donde se respira a algarroba y se escuchan las chicharras, donde aún cantan los gallos y … ¡se paran los relojes!.