¿Queréis acompañarnos a dar unos cuantos pasos atrás en la historia de Ibiza, concretamente retroceder más de 2.600 años?
Si abrimos la primera página de la historia de la isla encontramos a los fenicios, que llegaron a Ibiza en el siglo VIII a.C. Multitud de vestigios muestran la presencia y la influencia de este pueblo: la Necrópolis Puig des Molins, el poblado fenicio de Sa Caleta y el tercer gran tesoro, y quizás el menos conocido, el conjunto arqueológico púnico-romano de Ses Païsses de Cala d’Hort, situado en el suroeste de la isla, entre Cala d’Hort, Cala Llentrisca y Sa Talaia.
Antes de llegar a Cala d’Hort hay un desvío a la izquierda que señala el camino. Lo primero que se puede visitar es la villa púnico-romana, que se mantuvo en uso desde el siglo V a.C. hasta el siglo VII d.C., lo que convierte esta casa payesa en la más longeva de la historia de Ibiza, además de la más grande y mejor conservada. Los restos permiten hacerse una idea bastante clara de cómo estaba construida y distribuida la villa, de techo plano y con un gran patio central desde donde se proyectan los distintos módulos habitables: cocina, cuatro habitaciones, sala de trabajos, una cisterna de agua, un molino, un ‘trull’ (almazara) y un almacén, entre otros.
La finca tiene bajo sus pies la extensa llanura de Cala d’Hort con el islote de Es Vedrà de fondo y, aunque la tierra es básicamente de secano, disponía de acceso al agua del torrente cercano de Pere Maça, donde emana la fuente de Ses Alfàbies.
Si se sigue el camino se llega hasta la casa payesa de Ses Païsses de Can Sorà, una preciosa finca rehabilitada de propiedad pública que acoge una extensión del Museo de Etnografía de Ibiza. En la parte de atrás de la casa se encuentra una necrópolis púnica (siglo V-II a.C.) formada por veinte hipogeos familiares (cámaras subterráneas talladas en la roca y con un pozo) muy bien conservados. Desde la parte superior del conjunto se pueden contemplar dos fosas de época bizantina.
No hay que olvidar visitar los antiguos corrales de la casa, que se han habilitado con salas que muestran cómo era la vida en el campo: desde algunos ejemplares de herramientas de cultivo, la producción de aceite y harina hasta la elaboración de cestas, alpargatas y útiles de pesca. En otro de los corrales se ubica un observatorio astronómico que en noches despejadas permite disfrutar del espectacular manto estrellado sobre Cala d’Hort.