¿Alguien ha oído hablar alguna vez de los «fameliars»? Se trata de unos encantadores seres mitológicos que habitan en algunas zonas de la isla. Para conocerlos mejor se recomienda un paseo por la ribera del único río de Baleares, el de Santa Eulària.
El punto de partida es el Centro de Interpretación del Río o Can Planetes, donde se tienen unas buenas vistas de Puig de Missa. Se sigue el camino río abajo hasta llegar al Puente Nuevo, que se erigió en 1918 en respuesta a la necesidad de una carretera para llegar al pueblo de Santa Eulària. Un poco más abajo se encuentra el Puente Viejo, que se menciona en los documentos por primera vez en 1717. Los molinos harineros originaban constante trajín de sacos de cereal y harina a lomos de caballos y mulas y el río representaba un obstáculo logístico. El puente facilitó el trabajo y diversas leyendas explican que en su construcción participó ¡hasta el mismo diablo!
El agua dulce del río bajaba con fluidez hasta la década de los 70, cuando la extracción de aguas subterráneas por el auge turístico mermó el caudal hasta dejarlo prácticamente seco. Riadas como la de 1961 dan fe del alcance de sus crecidas. A pesar de que el agua no fluya como entonces, en la ribera aún nadan tranquilos los patos y las aves. Se calcula que habitan en el río 150 especies de aves como el martín pescador, garzas o pollas de aguas.
A pies del Puente Viejo se descubre el primer rastro de la leyenda de los «fameliars». La tradición cuenta que existe un ser pequeño y feo que sólo es capaz de hacer dos cosas bien y con premura: trabajar y comer (feina o menjar!). Aquellos que deseaban tener un «fameliar» solían acudir en la noche de San Juan bajo el puente para recoger una flor que introducían en un recipiente y que se convertía en este duende. El problema es que trabajaban tan rápido como comían y pronto agotaban la despensa de su dueño en un santiamén.
Dicen que el puente esconde las figuras de cinco de estos seres. Si se consigue descubrirlas todas se estará listo para tener un «fameliar». Aunque es mejor tener a mano un buen queso ibicenco o un trozo de pan payés, por si acaso. Para los curiosos que no hayan tenido suerte, se puede ver un ejemplar domesticado en Can Planetes o en el nuevo Paseo de s’Alamera de Santa Eulària.
Acompañados o no por ese simpático duende, se recomienda seguir toda la ribera del río hasta la desembocadura en el mar en un paseo pausado para no perder detalle del paisaje, del murmullo de los pájaros y el chapoteo del agua.