Repleto de algarrobos, higueras, almendros, viñedos y árboles frutales, el campo ibicenco ofrece a los visitantes la paz y la tranquilidad de la Ibiza más alejada del bullicio. El paisaje, que late despacio al ritmo de antaño, se tiñe del rojo de la tierra, el verde de la vegetación y el azul del cielo despejado.

El campo de Ibiza es para disfrutarlo a pie o en bicicleta, solo o acompañado, durante la floración primaveral o en su refugio otoñal. No hay nada como perderse por sus senderos para contemplar el rico paisaje natural y arquitectónico; sus fuentes y acequias, sus iglesias encaladas, sus casas payesas, sus tradiciones ancestrales y su gente, siempre abierta y acogedora. Existe otra isla que late con otro ritmo.

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