Para contar esta bonita historia de amor hay que trasladarse al siglo XVI, en pleno Renacimiento de Felipe II, durante la construcción de las nuevas murallas de Dalt Vila. En esta época la isla sufría las constantes amenazas de los turcos que asediaban la costa y la ciudad amurallada era un lugar peligroso. Este es el escenario de la Ibiza de Pere y Elisabet, los enamorados protagonistas de esta historia.
La ruta empieza al caer la tarde delante de la rampa de entrada a Dalt Vila, presidida por el imponente portal de Ses Taules, una de las cinco puertas de la ciudad. El escudo de Felipe II abre las puertas al pasado de la ciudad.
Lo primero que llama la atención son las murallas, que se conservan en muy buen estado. Antes de la conquista de Ibiza por parte de Jaume I en el siglo XIII, la ciudad estaba ocupada por los musulmanes, que fueron los primeros en levantar el recinto amurallado. Los vestigios de la Madina Yabisa, la ciudad musulmana, aún son visibles en varios puntos de Dalt Vila, además de estar documentados en el museo que le da nombre.
Años más tarde, bajo el mandato de Felipe II, el italiano Giovanni Battista Calvi construyó las actuales murallas renacentistas con torres, baluartes y muros más gruesos para proteger la ciudad de ataques de otomanos y piratas, ya que el triple recinto defensivo de origen árabe no era suficiente. Con los muros reforzados, los piratas no lograron atacar la ciudad y gracias a eso se han conservado tan bien hasta ahora, siendo declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1999.
En esta época de plena efervescencia constructiva aparece en escena Pere Francolí, uno de los protagonistas de esta historia. Es un hombre adinerado de clase alta que vive en una bonita casa en la parte alta de la ciudad y está completamente enamorado de Elisabet, una bella plebeya hija de un botero. A pesar que en el siglo XVI el amor entre ricos y pobres era algo tan impensable como mezclar aceite con agua, Pere no renuncia a casarse con su amada.
La ruta continúa hasta el baluarte de Sant Pere, protegido por varios cañones y una fosa desde donde se vertía aceite caliente para evitar la entrada del enemigo. Desde allí se pueden divisar unas espléndidas vistas de la ciudad nueva y la Necrópolis de Puig des Molins, otra de las grandes joyas de la isla, también Patrimonio de la Humanidad. Este es el escenario que escoge Pere para encontrarse en secreto con Elisabet y proclamarle su amor eterno, que ella corresponde. De la mano, suben juntos por las empinadas calles para llegar hasta la plaza de la Catedral.
Desde Sant Pere se sigue por la Calle Conquista dejando atrás la iglesia de l’Hospitalet. La noche cae sobre la ciudad y las calles del antiguo barrio judío se abren misteriosas. La capilla de Sant Ciriac, el patrón de la ciudad, indica la frontera entre la zona media y la alta. Las casas se vuelven más grandes y elegantes a medida que se va subiendo por la parte rica de la ciudad, donde vive Pere. Se sigue por la Calle Mayor y se pasa por delante del Museo Puget, un buen ejemplo de la arquitectura burguesa del siglo XIX.
Tras dejarse maravillar por sus fastuosas casas, como la finca regia de Just Tur Puget, que alojó nada menos que a Rafael Alberti y María Teresa León en sus viajes a la isla, se llega a la cima, desde donde se contemplan unas impresionantes vistas de la ciudad. La imponente Catedral de Santa Maria de las Nieves iluminada, de estilo gótico clásico levantada en el siglo XIV, recibe a los visitantes al final del recorrido.
De la Casa de la Curia aparece de repente Pere, que recibe en sus brazos a su querida Elisabet y juntos se funden en un beso eterno. Este es el final de la aventura. La luna se apodera del cielo y deja su luz reflejada en las murallas.