La zona de Sant Carles está repleta de almendros, higueras y algarrobos, y salpicado de bellas casas payesas. El pueblo, pequeño pero con atractivos bares y restaurantes (como ca n’Aneta, donde pueden degustarse las tradicionales hierbas ibicencas), está presidido por una bella iglesia encalada que fue construida en 1785, con una traza rectangular y un singular campanario, desplazado hacia la izquierda. El conjunto incluye un pequeño jardín en el que también hay un pozo tradicional y los restos de una almazara romana para hacer aceite.
Sant Carles goza desde hace décadas de una intensa actividad cultural, ya que en los años 50 numerosos intelectuales eligieron esta zona para fijar su residencia. Todos los sábados del verano y parte de la temporada baja abre el mercadillo de Las Dalias, a las afueras del pueblo, que es uno de los de mayor solera y encanto. En sus puestos pueden encontrarse los tradicionales vestidos y camisas blancas de Ibiza, así como moda de corte desenfadado, artesanía, bisutería y artículos llegados de medio mundo y de inspiración hippie.
En los alrededores, algunas playas encantadoras, como Cala LLenya, Cala Mestella o Cala Nova.